Luzía Sonríe...

Si las pulgas hablaran, picarían menos.

BERLÍN, REGRESO A TI.

Cada ser vivo tiene la máxima de sobrevivir, es un instinto natural. El mimetismo, la tanatosis, actitud amenazante, huída… Pero, nosotros, los humanos, tenemos otros mecanismos para desaparecer, para superar la adversidad y que a la vez que nos trastocan nos permiten continuar caminando

Mi mente me oculta muchas cosas del pasado, encierra momentos y recuerdos en sus profundidades y eso ha hecho que me vaya fragmentando conforme ha ido pasando la vida, repartiendo trocitos de mí por cada lugar. Algunos no me importa perderlos, otros los siento, incluso, sin saber dónde los dejé y a otros los comienzo a recoger de nuevo, con cada uno de mis viajes, con cada uno de mis paseos por la playa, mis salidas en bici o mis ratos a solas. Simplemente, los voy reflexionando y digiriendo.

Son diez años de aquel tiempo que pasé en Berlín, no fue ni el principio ni el final, solo una parte del proceso, donde sentí que volvía al hogar después de un largo viaje, para descansar, para pensar, para volver, después, a poder viajar de nuevo. Es ahora, diez años después, cuando comienzo a integrar todo lo que viví, cuando comienzo a entender el transcurrir de mis días, cuando mi mente parece haberme dado tregua y me permite acceder a ella. 

Y es así como siento a esta ciudad tan gris, tan fría, tan triste en su aspecto, pero tan llena de vida cuando te atreves a sentirla. Berlín no te juzga, sino que te acepta tal cual eres,  un refugio al dolor, un lugar con heridas donde brotan flores. Es ahora que comprendo porqué me sentí tan libre entre sus calles y gentes, su olor a comida en cada barrio, sus contrastes y rincones. Es ahora cuando sé porqué creía volver a casa, porqué nos comprendíamos, sin sentirme sola en ningún momento, haciéndome más fuerte ante lo adverso. Viviendo, escuchándote, entendiéndote.  

Es tu historia la que atrapa y duele, la que emociona y muestra lo peor y lo mejor de nosotros, los humanos. 

Volver a Berlín era una necesidad, para conseguir derribar ese muro que separa mi mente, que me atrapa en ocasiones sin poder sentirme libre. Son las cicatrices visibles de esta ciudad las que me enseñan a aceptar las mías sin que supongan dolor sino esperanza para un futuro mejor, aceptando lo ocurrido, dejando brotar la vida a su alrededor, sin necesidad de ocultarlas. Visibles, que estén visibles y sirvan de memoria y esperanza, porque Berlín tiene esa capacidad de florecer en mis cicatrices sin que necesite ocultarlas.

Y es así que en este viaje he podido recoger ese pedacito que te dejé hace diez años, ya para poder asimilar porqué un día la vida me llevó a ti por «causalidad», no por azar. 

Y ya sentía la necesidad de volver un ratito a casa, tenía que disfrutar de nuevo de pasear por los rincones de este lugar tan especial y sorprendente. Es una ciudad que recoge los eventos históricos más recientes ocurridos en Europa, por lo que no es un lugar para «ver», sino para conocer y sentir desde lo que ha vivido. 

El primer día de cada viaje, lo que solemos hacer es contratar un tour para conocer lo más importante y el de Civitatis, con Marcos, nuestro guía fue muy didáctico e interesante.

Berlín está repleto de historia y arte por cada rincón, ya sea visitando sus calles y museos al aire libre, como East Side Gallery, que conserva el tramo más largo del Muro y donde muchos artistas realizaron Graffiti reivindicativos, como la imagen del «beso fraternal», o visitando todos sus museos y galerías de arte, ya sea clásico o contemporáneo, se disfrutan porigual y te despiertan todas las emociones. 

En este viaje fuimos a ver el Museo de Pérgamo, que es sorprendente y diferente a otros por integrar sus obras en su arquitectura dándole armonía y fluidez, así como es imponente el tamaño de algunas de sus reconstrucciones como la puerta de Ishtar o la del mercado de Mileto, que a mí por lo menos me dejaron sin palabras. Junto a la entrada de este museo podíamos elegir ir al Neues Museum (donde se encuentra la escultura de Nefertiti, que es preciosa) o a Das Panorama. Por azar y tiempo, hicimos la visita por la tarde para evitar esperas en la cola, elegimos el segundo y fue una de las mejores experiencias artísticas que he tenido en mucho tiempo.

Das Panorama es un pequeño museo que se encuentra en la Museuminsel y que muestra la antigua metrópolis de una forma novedosa y muy real. El Artista, Yadegar Asisi, hace una reconstrucción espacial de 360° de la ciudad de Pérgamo de grandes dimensiones, acompañado de una ambientación musical que te permite sumergirte en la vida y costumbres de sus gentes, así como disfrutar de cada uno de sus detalles de la obra. Además, se exponen otras esculturas y obras paralelas. 

En esta ocasión no hubo tiempo de visitar mucho más, pero es recomendable recorrer otros museos y las diferentes Galerías que hay distribuidas por la ciudad y los patios de arte que están sobre todo en el barrio Judío, que para mí es uno de los que más encanto tiene. 

Callejear por cualquier ciudad es lo que más nos me gusta hacer, porque curioseando por cada rincón hace que encuentres lugares muy especiales, como Holzmarkt, donde te sumerges en un lugar lleno de barecitos y rincones artísticos a la orilla del Spree. Sorprendente, cautivador y muy diferente.

Algo que me tenía inquieta era la comida. Soy celíaca y viajar no siempre es fácil, además que había leído que en Berlín este tema estaba complicado. Sin embargo, para mi sorpresa no tuve ningún problema. Los desayunos los hacíamos en el hotel Park Inn by Radisson de Alexanderplatz donde estuvimos alojados y, después de mucho tiempo, fue la primera vez que pude disfrutar de nuevo de un desayuno en condiciones y sin preocuparme. Todo estaba bien indicado, tenían productos sin gluten y me transmitieron mucha tranquiliidad. Nos levantábamos a las 6 a.m. y tras desayunar disfrutábamos de una sobremesa de 2 horas de charla sobre todo tipo de temas (ciencia, salud, vida, viajes…). La verdad, que estos momentos, junto a JuanRa y Cris, son de los recuerdos más bonitos que me traigo del viaje. Y una costumbre que espero mantengamos.

Berlín tiene muchos lugares con opciones saludables, así como oferta sin gluten para quien lo necesite.

Para comer, uno de los días fuimos a Pomodori en Mitte y estuvo muy bien. Y en otras ocasiones íbamos a Dean&David, una cadena de «fast-food» pero saludable, con multitud de ensaladas y muchas opciones sin gluten. Para nosotros «El paraíso». Así, que no comimos nada mal.

Pero, un lugar que nos recomendaron por su encanto fue House of Small Wonder, con una entrada que nada te hace pensar que sea un restaurante por su escalera tan particular y caótica, pero que resultó ser un lugar con un ambiente muy especial, con muy buena música toda la noche y con una carta reducida y sólo dos platos sin gluten, pero todos riquísimos.

Ah, y para quien sea amante del café: Röststätte Berlin. El mejor café que hemos probado en años. Merece la pena desplazarse, además venden café, maquinaria y hacen cursos de Barista.

A nosotros no nos dio tiempo a visitar todo lo que Berlín ofrece, como la parte de Tiergarten, Ku’damm, Postdam, Kreuzberg, etc. Pero, disfrutamos cada momento y cada lugar que pisamos.

Ha sido un viaje muy especial para mí, donde recordar porqué fui, qué sentí y porqué me sentí tan bien allí. Y es que la ciudad de Berlín te acoge sin juzgar, te enseña que más allá de lo que ahora ves hay una historia que te hace ser quien eres, que ha forjado tu esencia, que te muestra lo importante que es volver a reconstruirte tras tus propias guerras, sin dejar en el olvido lo vivido, pero sin que sea el rencor ni el odio el que cicatrice, sino el recuerdo para no volver a repetir los errores cometidos. 

He aprendido mucho de Berlín, de mí misma y de la vida. Por eso estoy tan agradecida por esta oportunidad de volver. Espero que no sea la única, pero si lo fuera, no importa, porque ya forma parte de mí para siempre.

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