Berlin, qué recuerdos… Ciudad de arte, de memoria, de lágrimas y de emociones encontradas. Gris y enigmática, cargada de sentimiento, ciudad de rincones escondidos. Estar por sus calles, pasear, perderse y encontrarse… Pero sobre todo, sorprenderse. Cada uno a su manera, por los lugares que descubre, por la historia arraigada, por las personas que conoce… O porque, como fue mi caso, uno se reencuentra.
Allí descubrí cuánto echaba de menos dejar que el arte me cautivara, me absorbiera, me despertara la curiosidad. Encontré sus mil y una exposiciones de todo tipo. Me fasciné viendo esculturas, disfrutando de arte contemporáneo de todo tipo y me imaginé creando.
Sus calles, su cultura, sus rincones. No es un lugar puntual, es la ciudad en sí, fue el momento, fueron las «causalidades» que tiene la vida de hacerte coincidir con lo que tienes que descubrir, con quien tienes que cruzarte y a quien tienes que conocer, a ti misma en muchas ocasiones.
Es enigmática, fría y distante. Pero te acoge.
Conoces personas que puede que no vuelvas a ver en toda la vida, pero te marcan, te dejan huella, porque vives intensamente cada segundo que estás allí. Nuevas culturas, nuevas formas de pensar y actuar, diferentes idiomas, pero al final, todos nos comprendemos sin palabras, sin necesidad de usar un mismo lenguaje. Somos humanos y compartimos la misma esencia.
Berlin, ich liebe dich…
Sus detalles y su personalidad te atrapan. Sueño cada día con volver a pasear por tus calles, a dejarme llevar y reencontrarme, a sentir que estoy en casa.
Berlin, ich liebe dich.