Mes largo aquí en Madrid y es ahora, cuando el ritmo frenético de los inicios se equilibra con la entereza de los sistemas comenzando a adaptarse y con la vuelta a la voluble calma. Es ahora, mes y pico después, cuando me doy cuenta que la estación ha cambiado y ya es otoño en Madrid, el primero que veré desarrollarse hasta la llegada del frío, día tras día, habitando estas calles. Y empiezo a intuir que serán varios en los que veré desnudarse a los árboles para recibir al invierno.
Ha sido una etapa caótica y extenuante, donde he tenido que exprimir todas mis capacidades y confiar en mí como jamás lo he hecho, pero por primer vez sabía que estaba preparada para afrontar esta oportunidad. Cambiar a veces suena “de locos”, pero es como la primera vez que un ave se enfrenta al vuelo, sabe que es el momento, sabe que será capaz de hacerlo. Por puro instinto. Por esas corazonadas que uno siente dentro.
Era el momento de dejar todo lo que he deseado durante años, de volver a posponer las ganas de calma, las horas en mi estudio de arte y los sueños en los que he estado trabajado y volver a la incomodidad de la vida sin asiento, a la que en realidad tan acostumbrada estoy. Vida de no acomodarse internamente, de picor que no puede ser rascado y de incomodidad perpetua por las situaciones que uno desea cambiar, modificar y que sabe que debe seguir modificando lentamente y esperando a que todo al fin encaje. Respirar y ser paciente.
Ahora comiendo a percibir donde me encuentro, el lugar que habito, me resituó y la ilusión comienza a despertarse dentro de mí. Ya no puedo frenar la mente creativa con necesidad de expandirse de nuevo a través de un grafito. Aún me queda una etapa de esfuerzo y concentración, de mucho estudio y trabajo, y por suerte consigo centrarme, aunque cuando me relajo un poco mi mente vuela hacia todo aquello que sentía olvidado. Dibujar es mi esencia, escribir una necesidad.
Y toda esta etapa vivida, de caos, de miedo, de incomodidad y de afrontar ciertas situaciones duras emocionalmente me ha dado una nueva perspectiva, nuevos intereses y temas que elaborar, sobre los que inspirarme y crear. No ha sido un camino fácil, pero ahora ya me siento afortunada y orgullosa por haberme lanzado a la aventura.
Ha sido muy relevante para mí la actitud de mi hija, verla feliz y tranquila, viviendo su propia adaptación, pero sintiendo que ha vuelto al hogar después de largo viaje. Y es que nos hacía mucha falta volver a ser una familia bajo un mismo techo. Nos echábamos de menos y al final es el amor lo que le da sentido a todo y por lo que una persona es capaz de enfrentarse a lo que sea necesario.
Todo llega a su debido tiempo. Todo se consigue con paciencia, con esfuerzo, minimizando las expectativas y dejándonos sorprender. Solo así uno vence sus prejuicios y abre su mente a nuevas expectativas, a nuevos conocimientos y oportunidades.
Me siento agradecida por lo vivido y sobre todo, agradecida por las personas que me rodea y quiero me han sostenido e impulsado en los momentos más difíciles. Gracias, ese apoyo ha sido fundamental para mí.